Cantos de sirena
ReigaR despertó al oir su melodiosa voz. No recordaba cuánto había dormido. ¿Un día entero? ¿quizás dos? No lo sabía. Ni siquiera estaba seguro de conocer a la persona que tenía delante. De repente vió su nave, encallada en unas rocas, y empezó a recordarlo todo.
ReigaR había desviado el rumbo de su navío, en algún momento de la travesía, atraído por los cantos de alguna sirena, y no vió el arrecife que las olas albergaban. Pero eso parecía un recuerdo lejano. -¿Cuánto tiempo llevo aquí?- preguntó ReigaR a la chica. La chica pareció sorprenderse por la pregunta, mas aún así respondió enseguida: -Algo más de dos meses-. No era posible. ¿Dos meses? Dos meses... -Tengo un rumbo que retomar- pensaba -pero aún así... en este lugar no se está mal. Es un lugar tranquilo, y hay de todo para poder vivir-. Ella era lo más misterioso de todo. ReigaR estaba seguro de que la voz que había escuchado el día que su nave encalló era la suya. Ahora él estaba en sus dominios, fuera isla o continente, y sabía que la vida no le iba a dejar muchas oportunidades para elegir.
ReigaR miró su navío y pensó que en un par de días podría repararlo y volver a zarpar. ¿Pero quería ReigaR realmente zarpar? ¿Iba a adentrarse en el embravecido mar aún a sabiendas de que sin cartas de navegación jamás volvería a encontrar el lugar? La chica tomó de la mano a ReigaR, invitándole con la mirada a que se quedase. ReigaR míró al horizonte, y acto seguido volvió su mirada hacia ella. -¿Qué ocurre?- dijo ella. ReigaR respondió: -He tomado una decisión-.
ReigaR había desviado el rumbo de su navío, en algún momento de la travesía, atraído por los cantos de alguna sirena, y no vió el arrecife que las olas albergaban. Pero eso parecía un recuerdo lejano. -¿Cuánto tiempo llevo aquí?- preguntó ReigaR a la chica. La chica pareció sorprenderse por la pregunta, mas aún así respondió enseguida: -Algo más de dos meses-. No era posible. ¿Dos meses? Dos meses... -Tengo un rumbo que retomar- pensaba -pero aún así... en este lugar no se está mal. Es un lugar tranquilo, y hay de todo para poder vivir-. Ella era lo más misterioso de todo. ReigaR estaba seguro de que la voz que había escuchado el día que su nave encalló era la suya. Ahora él estaba en sus dominios, fuera isla o continente, y sabía que la vida no le iba a dejar muchas oportunidades para elegir.
ReigaR miró su navío y pensó que en un par de días podría repararlo y volver a zarpar. ¿Pero quería ReigaR realmente zarpar? ¿Iba a adentrarse en el embravecido mar aún a sabiendas de que sin cartas de navegación jamás volvería a encontrar el lugar? La chica tomó de la mano a ReigaR, invitándole con la mirada a que se quedase. ReigaR míró al horizonte, y acto seguido volvió su mirada hacia ella. -¿Qué ocurre?- dijo ella. ReigaR respondió: -He tomado una decisión-.